Dos años después de este entrenamiento, mi cliente y su hijo están viviendo una vida completamente normal, ya es un adolescente equilibrado, centrado y lleno de interés por la vida.
Como te recuerdo, nunca abordamos el problema del niño, todo el cambio se produjo de forma natural, durante la transformación de este valiente mujer.
«Como una película de terror, así ha sido la pesadilla que ha llegado a su fin. Hoy he podido cerrar una gran brecha en mi vida, en la vida de mi hijo, y de toda la familia. ¡No hay nada como confiar en la sabiduría de los niños!
Mi hijo mayor fue diagnosticado con TDAH (Trastorno de Déficit de Atención) hace casi 3 años.
Por motivos laborales de mi marido, todos tuvimos que trasladar a otro país, y mi hijo no lo llevó nada bien; es un niño al que le cuesta expresarse verbalmente, es muy sensible, y tiene una creatividad e imaginación increíble.
Al poco de entrar en el colegio nuevo, empezaron los conflictos y enseguida la profesora me empezó a telefonear diciendo que él era muy lento en matemáticas, que no se centraba, que se distraía, que no hacia lo que se le pedía, que se le olvidaban los deberes en casa, que nunca encontraba los cuadernos…. y una larga lista de problemas.
Yo, por aquel entonces, seguía las pautas del sistema educativo de este país: que los niños tienen que hacer sus deberes solos, tienen que lograr autonomía en todo, y los padres no deben intervenir en sus responsabilides y tareas.
Yo, creyendo que hacía lo correcto, desatendí al niño, no supe escucharle, no supe atenderle.
Porque todo mi afán era que llegara a alcanzar el nivel requerido a los escolares de aquí. Después de 2 años, cambió de profesora y el nuevo profesor sugirió que debía de hacer unos test para valorar su grado de des-concentración, ya que olvidaba las cosas, los deberes, su comportamiento raro en el colegio durante los recreos.
Así que accedimos y se hizo los tests, estaba en el límite para ser confirmado como TDAH, pero se decidió tratarle como tal.
Y empezó con psicoterapia, pero no avanzaba nada, no se expresaba, no hablaba. Después de meses, mi hijo me confesó que iba a la terapia porque nosotros se lo pedimos, que no le gustaba la terapeuta… y decidí entonces suspender la terapia.
Hace un año, me llamó su profesor, diciéndome que el niño se había escapado del colegio llevándose su mochila, su caja de material y sus zapatillas de estar en clase. Llegué a casa y lo encontré aterrado y con miedo por las posibles consecuencias que su acto pudiera tener.
Le llevé al hospital (protocolo del país donde resido) y después de horas le dieron el alta porque no corría peligro de que atentara contra su vida (semanas atrás su comportamiento era depresivo, de desesperanza, sin ganas de levantarse de la cama… con 11 años!!
Entonces nos enviaron al psiquiatra, quien nos dijo que había que medicarle. A todo esto, yo seguía sin saber atender las llamadas del niño, comenzó a tomar las pastillas y también otra terapia con otro especialista.
Yo me sentía mal, ya no sabía qué hacer, me encerraba y lloraba preguntándome que es lo que había hecho mal, donde me estaba equivocando, qué era lo que no estaba haciendo… sabía que tenía que haber otro camino.
El niño nos expresó finalmente su angustia, que no deseaba estar más en ese colegio porque había niños que se metían con él, que cada vez que su papá se iba de viaje, temía que no volviera más a casa, temía otra mudanza….
Este invierno se volvió a escapar, esta vez le encontraron escondido bajo la escalera del colegio.
Fue en ese momento cuando me dí cuenta de que no había estado mirando donde debía, no había escuchado al niño, no había hecho caso de sus angustias y miedos.
El niño me dijo que las pastillas no le estaban haciendo nada y que estaba perdiendo el tiempo jugando al ajedrez en la terapia, porque eso era lo que hacían, no le contaba nada al terapeuta, nunca hablaban, y que quería dejarlo.
Asi que dejó la medicación hace meses, ayer mismo suspendió la terapia, y hoy por fín me decidí a llamar al psiquiatra para comunicarle que el niño no tomaría más las pastillas.
Siento mucha liberación y seguridad, me siento feliz…., otro peldaño más que subo en mi vida.
Lo que me llevo después de estos años, lo que he aprendido es a empoderarme, a confiar en mis hijos, en sus señales, a dejar el papel de víctima.
Me siento muy orgullosa de mi hijo, porque me ha dado una lección de madurez siguiendo sus señales internas. El déficit de atención era mío, pues no prestaba atención a lo que realmente es importante.
Me siento agradecida al acompañamiento de Paz, con cuya ayuda he vivido casi un año de transformación total, mi vida está en proceso de cambio, buscando siempre autorreferencia. Nunca abordamos este problema de mi hijo en mi programa de entrenamiento, ha sido un efecto colateral que nos ha llegado por sorpresa.
Mi hijo ha estado en un campamento con sus compañeros y esta vez lo ha disfrutado mucho. Él tiene un muñeco, una tortuga, al que puso muchas tiritas porque decía que estaba herido… hace poco le vi sin ellas y le pregunté el por qué…y él me respondió: “ya no las necesita”.
Buenos días,
Que precio tienen tus sesiones?
Buenas tardes Miriam,
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Un afectuoso saludo!